Todos experimentamos en nuestras vidas que el mundo acelera su velocidad de cambio y aumenta en complejidad. Para afrontar el cambio acelerado, nuestra reacción debería ser trabajar nuestra capacidad de adaptación. Es la mejor de las opciones. ¿Quizá la única? Pero… ¿cómo trabajarla? ¿qué podemos hacer para avanzar al ritmo de los tiempos? ¿con qué recursos contamos para adaptarnos, en lugar de resistirnos, a los inevitables y vertiginosos cambios?

La multipotencialidad es una cualidad que poseemos las personas, al menos de forma latente, que implica una condición estructural abierta a la posibilidad. El impulso reciente de esta expresión viene del estudio biológico de las células madre, que son células multipotenciales: pueden desarrollarse y convertirse en el tipo de célula más adecuada a un cierto entorno. Las células madre poseen una estructura abierta a las mejores posibilidades de ese entorno y suponen un buen ejemplo de cómo afrontar los cambios y necesidades de nuestro mundo contemporáneo.

 

Revoluciones

Actualmente gran parte de la atención de medios y recursos la ostenta la omnipresente inteligencia artificial, cuyo desarrollo nos deja boquiabiertos prácticamente cada semana. Pero conviene también recordar que de la mano de la revolución tecnológica se ha desarrollado en paralelo toda una revolución neuro-psico-pedagógica que nos está dando una nueva perspectiva muy completa y sorprendente de nuestra propia inteligencia: la humana.

Espectaculares medios técnicos de análisis nos han brindado descubrimientos revolucionarios en neurología. La tecnología nos está permitiendo un estudio profundo sobre ese misterio biológico, químico, eléctrico, psicológico… llamado cerebro. En los últimos veinte años hemos aprendido más sobre nuestro cerebro que en varios siglos de los anteriores.

Tener un “mapa” tan preciso del territorio de nuestra mente conlleva sin duda un aumento enorme de las posibilidades de buen uso y desarrollo de la “máquina”. Es decir, la inteligencia “natural” puede y debe experimentar también su propia revolución.

Resulta a veces desolador reconocer que en nuestro país el sistema educativo es tan inerte y rígido que todavía no escucha las llamadas de alerta de la neuro y la psicopedagogía, que nos dicen repetidamente que lo estábamos haciendo casi todo mal en términos de aprendizaje y desarrollo cognitivo.

Hoy en día se sabe que realizar juegos complejos en equipo, empleado elementos como el movimiento, la estrategia, la negociación, la sorpresa, la metáfora, el humor o la psicomotricidad (entre otros muchos posibles) tiene un potencial de desarrollo cognitivo e intelectual que multiplica varias veces a aquel del aprendizaje de datos. ¿Qué queremos hoy en día, saber muchas cosas o ser más inteligentes? En esta era nuestra del conocimiento, la respuesta se hace evidente.

Lejos de ser pesimistas, debemos empujar hacia esa revolución intelectual que nos permita sacar lo mejor del lado humano, y dado que el cerebro no deja nunca de aprender, ¿por qué no poner en práctica esos descubrimientos con nosotros mismos? ¡En uno mismo!

 

La plasticidad y cómo activarla

Uno de los aspectos revolucionarios del estudio y comprensión del cerebro es el maravilloso descubrimiento e investigación de la plasticidad cerebral, motivo de varios premios Nobel de medicina. De ella se extraen teorías neurológicas enteras, técnicas, vías de desarrollo y caminos de investigación ilimitados. La plasticidad cerebral es, a su escala, una multipotencialidad cualitativa esencial del cerebro. No es una capacidad esporádica, sino una cualidad esencial en permanente acción.

Un ejemplo: Un grupo de científicos estudia cómo ayudar a personas que han sufrido parálisis como consecuencia de accidentes vasculares/neuronales. En nuestro ejemplo, un chico ha tenido un derrame cerebral y ha perdido casi completamente la movilidad del brazo y la mano izquierdas.

La respuesta natural del cuerpo es seguir utilizando la mano derecha, ya que es la única que conserva sus capacidades psicomotrices. Los científicos conocen ahora la plasticidad cerebral y hacen algo contra-intuitivo: inmovilizan al paciente el brazo bueno. La primera reacción es de rechazo y frustración, y tras ella una etapa de dificultad y esfuerzo excepcionales. Sólo coger un vaso parece imposible.

Pero milagrosamente ese esfuerzo descomunal tiene una recompensa (que no es inmediata, pero sí es real): se aprecia casi día a día que, con entrenamiento, la movilidad del brazo dañado se va recuperando y con el tiempo se recupera, en ocasiones, ¡casi completamente!

¿Cómo es esto posible? Sencillamente porque el daño no estaba en el brazo, sino en el cerebro, y con el entrenamiento adecuado y perseverante, el propio cerebro modifica la zona neuronal que se encarga de la movilidad de ese brazo y la traslada a una zona sana. Reconduce las millones de conexiones neuronales que sean necesarias y reconfigura él mismo su propia estructura. Un buen ejemplo de plasticidad cerebral.

 

Implicaciones

Proyectemos esta enseñanza a nuestra experiencia personal: El mundo avanza a velocidad supersónica, y a veces nos produce parálisis darnos cuenta de todo lo nuevo que hay que aprender para seguir ese ritmo. ¿Cómo trabajar y desarrollar la flexibilidad y la multipotencialidad? Es sencillo: con un esfuerzo inicial y con un aprendizaje.

El camino del aprendizaje y la adaptación al cambio no es liso y cómodo. Hay varios muros que saltar. Algunos de esos primeros muros son el conformismo, la pereza y el propio miedo al cambio. Suelen tomar formas como: “Me da pereza”; otras veces “A mí eso se me da mal”, o la terrible “No voy a ser capaz”. Esa es la fase inicial de parálisis. El cerebro se resiste al esfuerzo porque suele buscar el mayor ahorro energético.

Pero, ¿cuál es concretamente el mensaje que nos regala la neuropedagogía? ¡La multipotencialidad la tenemos de serie! Es una cualidad esencial de nuestro cerebro y nuestra mente. Si superas ese bloqueo inicial, si eres perseverante, si lo haces ayudado por alguien que sepa y además pasándolo bien…

…¡puedes aprender cualquier cosa!


Juan Azpilicueta

Juan Azpilicueta Pérez es un arquitecto y diseñador madrileño que hace unos años se redirigió profesionalmente a su verdadera vocación: la enseñanza.

Es profesor de secundaria y bachillerato y ha impartido también cursos de Creatividad aplicada, Heurística, Metacognición y Sistemas de trabajo en centros y espacios de coworking como The shed, Arte Oculto o Matadero.

Su trabajo se centra en el estudio y entrenamiento de la Creatividad como motor de la libertad personal. En la actualidad está desarrollando una serie de lecciones interactivas sobre los diversos ámbitos de la inteligencia para un curso llamado “MetaInteligencia”.

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