Miro hacia el futuro de nuestro mundo, de la sociedad en la que vivimos, y observo la velocidad de los cambios, unos cambios sobre todo liderados por la tecnología. Esta tecnología nos ha ayudado en el pasado a mejorar los procesos, acelerar los tiempos y en general, nuestra calidad de vida.
Una distancia de 10 km podemos recorrerla a pie en 2 horas aproximadamente. Esa misma distancia en coche nos lleva unos 5’, y casi sin gastar energía.
Más cercano en el tiempo es el impacto de internet y las nuevas tecnologías en nuestro día a día. Aplicaciones que nos permiten utilizar coches compartidos, reduciendo gastos y consumo energético, o tener nuestras películas y series al alcance de un clic para disfrutar en el sofá, sin necesidad de ir al cine y hacer cola, lo que nos permite ahorrar tiempo y energía una vez más.
Esto nos da oportunidades ilimitadas de conocer otros lugares, y utilizar nuestra energía en otras cuestiones de mayor relevancia, por ejemplo: aprender nuevas habilidades como seleccionar, priorizar y reutilizar la información a nuestra disposición en un nuevo entorno hiperconectado y cambiante, educar a nuestros hijos para adaptarse y prosperar en un entorno digital, relacionarnos con otras personas en verdaderos encuentros, o crear nuevas tecnologías que, de nuevo, nos liberan de tareas más o menos arduas y pesadas y nos abren mayores posibilidades.
Esa es la finalidad de la tecnología, facilitar la vida de los seres humanos para que podamos dedicarnos a ser más humanos, es decir, a evolucionar desde nuestra capacidad de imaginar, crear y relacionarnos con otros seres humanos y el entorno.
Cuando la tecnología se desarrolla desde este paradigma es cuando realmente cumple con su función en el ecosistema de la vida y es capaz de crear abundancia y bienestar social.
Pero cuando el foco del desarrollo tecnológico está puesto únicamente en la eficiencia y maximización de los recursos y el tiempo, y las invenciones responden a la pura ganancia económica y/o búsqueda de una ventaja sin una visión sistémica, es cuando las personas pasan a ser “recursos humanos”. El diccionario dice que “los recursos son materiales u otros activos que son transformados para producir beneficio y en el proceso pueden ser consumidos o no estar más disponibles”.
Es en este momento donde perdemos nuestra esencia y el sentido de la vida, tanto a nivel personal como empresarial y social.
Sin embargo, si elegimos conservar y potenciar el lado humano, también estaremos abrazando el lado más difícil y menos amable de las personas, ya que es parte de nuestra naturaleza el tener miedo, sentir envidia o querer destruir aquello que va en contra de nuestras ideas, principios o creencias. Algunos ejemplos: promociones internas, el que era mi compañero ahora es mi jefe… Reajustes de plantilla en los equipos y el impacto en los “supervivientes”… Decisiones que no se comunican por miedo a represalias o resistencias, que dejan espacio a la incertidumbre y al estrés.
Todas estas situaciones y un sinfín más del día a día nos retan y a veces sacamos nuestro lado más oscuro y destructivo para afrontarlas.
Entonces, si los humanos somos imperfectos, ¿por qué querríamos rescatar y valorar la imperfección?
Si las personas pasamos a ser un recurso y abandonamos nuestro lado humano, estaremos perdiendo la iniciativa, la determinación y el afán de superarse. La capacidad de soñar e inventar, el deseo de aprender, la curiosidad, la creatividad, la empatía, la construcción de relaciones de encuentro, la colaboración, el compromiso y un sinfín de cualidades que nos han hecho prosperar en los 200,000 años que llevamos sobre la faz de la tierra.
El futuro que ahora estamos creando tiene que tener siempre al ser humano en el centro de todo desarrollo, ya sea tecnológico o de cualquier otra índole. ¿Cuál es el impacto en las personas? ¿Cómo ayuda a la especie humana a prosperar? Estas son cuestiones clave que debemos tener en mente ante cualquier innovación o avance que nos planteemos.
Desde aquí os invito a participar del propósito de The Human Side, que es incluir, rescatar, potenciar y dar relevancia al lado humano en las organizaciones para crear un futuro sostenible y próspero de gran alcance. Nosotros trabajamos con organizaciones, líderes y equipos que estén preparados para asumir el reto de crear y ser partícipes de entornos de trabajo vivos, diversos, abiertos y colaborativos donde las personas, equipos y culturas puedan reinventarse y sacar lo mejor del progreso tecnológico.
¿Cómo quieres contribuir tú?
Recojamos la imperfección humana, la ilusión por mejorar, los retos y objetivos compartidos. Como dices, Marisa, siempre desde el lado más humano, que será el que nos lleve a la excelencia!
Me parece un enfoque muy honesto. La humanidad es imperfecta. Supongo que gracias a eso podemos mejorar. Esa es nuestra responsabilidad. Parece que hay quien está tentado de delegarlo todo en la tecnología…
Estoy muy de acuerdo. De hecho nuestras imperfecciones, llamemosles miedos, incertidumbres, fracasos…. Y la enorme capacidad que podemos generar para vencerlos, sobreponernos, ajustarnos es lo que nos hace ser maravillosamente excepcionales.